dimarts, 28 de juny del 2016

Macbeth en Florida, según Marc Behm


No pretendas saber más
Marc Behm, 1993
Traducción de Nuria Lago
Editorial Thassàlia, Barcelona, 1995

Ahora mismo me acabo de dar cuenta de que "Marc Behm" y "Macbeth" tienen un parecido fonético muy sugerente. Lo escribo aunque se que eso está cogido por los pelos. Un día de esos me voy a encontrar una pandilla de intelectuales en la esquina y me van a propinar una paliza. A veces sueño con ello. No soy un intelectual ni lo voy a ser ni me interesa. Por más libros que lea. Nunca leí a Shakespeare en su idioma original. Tampoco a Proust. Es más: a media lectura de Proust (traducido) cerré el libro y me puse con "El cetro de Ottokar", uno de mis tintines preferidos.

Sin embargo, se que "No pretendas saber más", el título de la novela de Behm que pretendía reseñar, es una cita de Shakespeare, sacada de Macbeth: "no pretendas saber más" es que lo que le responden las brujas, al principio, cuando el héroe sanguinario les pide más información sobre el futuro que le espera. Los lectores nacidos en la clase baja nunca llegaremos a intelectuales pero tenemos nuestros recursos y nos apañamos. Uno aprende a sobrevivir cuando ha nacido en el lado malo.

La protagonista se llama Lucy y la acción transcurre en Santa Lucía, Florida, sur de Estados Unidos. La novela es un juego diabólico, un laberinto obsesivamente cerrado, sin salida, sin centro y sin premio. En este caso Behm se inclina por el underground más pesimista y más negro y por una escritura liberada de manías, de pamplinas y de tabús. Más desatado que en textos anteriores, Behm se suelta en manos de una escritura salvaje y sin remilgos que encandilaría a Freud, a Lacan y a Otto Rank. La novela no es apta para mojigatos.

Lucy es una trabajadora del infierno. Se diría que una obrera de rango más bien bajo. Su trabajo consiste en irse a la Tierra a recoger las almas de los que pactaron con el diablo a cambio de algún favor. Cuando el tiempo de su contrato expira, deben entregarse al príncipe de las tinieblas. La mayoría se resisten o lo esquivan, pretenden engañarlo. El asunto está prestado por la literatura popular. Hay que ir a buscar a los listos que quieren estafar a diablo. Lucy no se lleva sólo su alma: también su cuerpo entero. Parece que Satanás es un tipo materialista.

Lucy aparece en un avión que inicia la maniobra de aterrizaje en Ashland, Kentucky. En lugar de subir des de las profundidades, Behm situa a su heroína en el cielo y descendiendo. Allí recoge a un cura profesor de teología que ha decidido sacrificarse en un arrebato pedagógico: quiere demostrar a sus alumnos que debe temerse a las fuerzas metafísicas.

Luego se va para Florida y llega a Santa Lucía. En Santa Lucía, Lucy pierde facultades igual como la santa perdió los ojos. Debe encontrar a Walter Gösta, un tipo que pactó con el diablo por diez años a cambio de tener un pene enorme y siempre dispuesto. Pero el hombre se oculta muy bien. Lucy empieza las pesquisas con las técnicas detectivescas al uso de la novela idem. Seguimientos de familiares y conocidos, amantes y demás allegados del objetivo. Es así como Behm nos sumerge en un entramado de personas francamente deplorables. No hay nada positivo en ninguno de ellos y todos tienen un denominador común: el poder. Un fiscal, una policía, la dueña de una casa de masajes, un forense inmensamente rico, su mujer... Uno tarda poco en darse cuenta de que Lucy ha entrado en la corte de Macbeth. Gente ambiciosa y sin escrúpulos, profundamente pervertidos y nocivos emparentados entre ellos ya sea por la sangre, el crimen o la codicia.

Behm se permite un juego de espejos a través de Shakespeare, ya que mientras lleva a su Lucy por lo que parece el castillo escocés nos habla contínuamente de Otelo, ya que sus personajes están obsesionados con esa pieza sobre dudas, celos y sospechas. Como es habitual en Behm, los giros más imprevistos son posibles. Aunque en esta novela (a diferencia de El ojo del observador y de Un hombre al margen) no hay ningún personaje positivo ni ingenuo. El lector no puede empatizar con nadie aunque, por eliminación, termine por desear que la diabólica Lucy se salga con la suya.

Aún así, ante un texto tan pesimista y tan preñado de oscuridad malsana que lleva el hastío hasta más allá de lo soportable, el lector va a encontrarse con ese lenguaje y esa prosa sugerente, ligera, brillante y delicadamente elaborada de Marc Behm, que es elegante incluso en los fragmentos más atroces. Hay una ironía y un distanciamiento envidiables en su retrato de una especie humana imperdonable: el diablo debería llevarnos a todos, como en la danza de la muerte medieval. Aquí nadie se salva. Ni Dios se merece compasión alguna.

Como en otros textos del autor de New Jersey emigrado a Francia, "No pretendas saber más" establece un juego entre ficción y realidad propio de un genio del funambulismo y la prestidigitación, dueño de una maravillosa capaciad para situar personajes fantásticos en el mundo más cruelmente real. Quizás supo fusionar como nadie la tradición de la literatura realista norteamericana (aquello del "dirty realism") con el fantástico europeo. En esta novela subyace una interpretación libre y salvaje de "El maestro y Margarita" de Bulgakov, la novela genial que situa al demonio en las calles de un Moscú absolutamente real y verosímil.

"No pretendas saber más" es el relato de la masacre moral y carnicera que cometen los seres humanos consigo mismos, para la cual las fuerzas del Demonio son, en realidad, prescindibles. Behm no deja ninguna razón para el optimismo ni la esperanza. Cuando se termina la lectura, el lector debe buscar los clavos ardientes a los que asirse por su cuenta y riesgo, igual como sucede después de Otelo o de Macbeth.


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